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El Canal de Castilla, la catedral número trece

Un documental ensalza la importancia de la mayor obra de ingeniería civil de la España de la Ilustración

El acueducto para superar el río Siquillo ABC

JUAN FERNÁNDEZ MIRANDA

El anhelo de Castilla por asomarse al mar es un sueño perenne en nuestra historia. Esa ambición, en cierto modo contra natura, se materializó una vez y dejó huella: una grieta de 150 kilómetros con forma de Y griega invertida en el corazón de la meseta. Es el Canal del Castilla, un río artificial que hace dos siglos soñó con desembocar en el Cantábrico. Y a punto estuvo de conseguirlo.

Ese Canal que un día quiso unir Segovia y Santander y que convirtió en puertos fluviales numerosas localidades de Valladolid, Palencia y Burgos es hoy un cauce rectilíneo con orillas cubiertas de silenciosas arboledas amenizadas por el canto de los mirlos. Nutrido por las aguas del Pisuerga y del Carrión, un hito levantado en Calahorra de Ribas conmemora el día en que se unieron ambos ríos, en el verano de 1791. No en vano, fue, junto con el hermano Canal Imperial de Aragón, el proyecto más importante de ingeniería civil de la España ilustrada.

En aquellos años de 1750 era el único modo viable de trasladar velozmente al mar el cereal del gran granero castellano y, ya de vuelta, traer a la meseta los productos de ultramar. Una inmensa obra hidráulica en busca de la prosperidad económica a través del comercio y del regadío cuyo impacto hizo mella en la mentalidad de los pueblos que surcó. «Era -en palabras del escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo- el sueño que hace pensar a toda una zona que el mundo no termina ahí, que hay un mundo que les está esperando mucho más allá».

Pese a que esa quimera de nuestra Ilustración se frustró antes de ver el mar, aún hoy, transcurridos más de dos siglos, se puede navegar sobre sus tres ramales: Norte (75 kilómetros y 24 esclusas), Campos (78 y 7) y Sur (54 y 18). Desde Medina de Rioseco a Valladolid y a Alar del Rey, a través de la ciudad de Palencia y de hasta medio centenar de localidades castellanas.

Es precisamente Medina de Rioseco uno de los extremos de la Y griega. Allí, el turista puede hoy subirse a la barca Antonio de Ulloa -uno de sus principales impulsores- para recorrer el canal y descubrir los paisajes de Castilla, con los horizontes infinitos, la belleza de sus colores, sus silencios insondables y esos palomares que, en palabras de Miguel Delibes, decoran y amueblan «nuestros páramos».

«Y llegó el agua»

«El día en que se rompió el malecón y llegan las aguas a la dársena en Medina de Rioseco tuvo que ser un espectáculo impresionante. Era ver llegar la vida a través de un canal construido, ver llegar agua potable, el progreso, el trabajo...». Lo cuenta Virginia Asensio, historiadora riosecana que ha dedicado muchos años a estudiar las bondades del canal y que ahora las divulga, como Martín Garzo, en un documental que pone imágenes y orgullo castellano a la mayor obra hidráulica construida en España en la época moderna.

Sus testimonios, y los de muchos otros castellanoleoneses, son recogidos en «Canal de Castilla, el sueño ilustrado», un documental dirigido por Eduardo Margareto y producido por RafaMonje Comunicación que repasa con espíritu romántico, relato literario e imagen bucólica lo que pudo ser y no fue, y que sin embargo es: el Canal de Castilla. Como explica otro escritor, Óscar Esquivias, siguiendo las aguas del Canal «uno puede tener realmente la sensación de que está en el siglo XVI», pues es un terreno «donde no ha habido grandes alteraciones urbanísticas ni paisajísticas». Ese magnetismo, del que hoy disfrutan vecinos y turistas, familias, ciclistas y paseantes, lo cuenta con naturalidad Emiliano Hinojal, quien fue su último barquero. «Si me dieran a elegir entre un palacio y una barca, estaría en la barca».

Aquel sueño frustrado por la irrupción del ferrocarril puede hoy renacer gracias al turismo. Aspira a ser, como dice en el reportaje el escritor Asier Aparicio, un atractivo turístico para una región que fue testigo de los sueños ilustrados de la Historia de España. Podría ser, visto así, la catedral número 13 de Castilla y León.

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