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Julio Bocca, el Rey Midas de la danza

El argentino ha hecho renacer al Ballet Nacional Sodre, de Uruguay, que ha celebrado sus ochenta años de vida

Un momento de la gala SANTIAGO BARREIRO

JULIO BRAVO

Julio Bocca es, sin ningún temor a la exageración, una de las figuras más relevantes de la danza internacional de las últimas décadas. Al contrario que Atila, por donde pasa el bailarín argentino la hierba florece en lugar de dejar de crecer. Su carisma, su calidad y su empeño hicieron que el ballet adquiriera, hace dos décadas, una inusitada popularidad en su tierra natal hasta el hecho de llenar auditorios como el Luna Park, con capacidad para 14.000 espectadores. Y le han hecho falta únicamente cinco años para resucitar a una de las compañías de ballet más antiguas de Iberoamérica -el Ballet Nacional Sodre de Uruguay , nacida hace ahora justamente ochenta años-, y situarla de nuevo en el mapa de la danza internacional.

El propio presidente uruguayo, Tabaré Vázquez , ha querido subrayar la contribución de Julio Bocca a la cultura del país al estar presente en el acto de entrega al bailarín de la Medalla Delmira Agustini, creada para reconocer la labor de las personalidades más destacadas de la cultura. Poco importa que Julio Bocca -que recibió en el mismo acto la medalla de la Orden de las Artes y las Letras de Francia - venga de la vecina y «rival» Argentina; Vázquez se refirió al bailarín como un «embajador de Uruguay» y le mostró su «profundo agradecimiento en nombre del pueblo uruguayo».

Las cifras avalan el trabajo de Bocca al frente del conjunto -que estará la temporada próxima en Madrid y Barcelona para ofrecer «Coppelia» y «Un tranvía llamado Deseo»-: en los cinco años que lleva al frente del Sodre ha presentado treinta nuevas coreografías, de las que quince han sido grandes producciones de títulos como «El lago de los cisnes» , «Giselle» o «Don Quijote» , y han visto a la compañía cerca de medio millón de espectadores. Solo en 2014 se vendieron 74.000 entradas para sus espectáculos. No es extraño que las paredes de los despachos administrativos de la compañía estén llenos de notas recordando las entradas vendidas de cada producción, para «subir la moral de la tropa».

Y es que el objetivo prioritario de Julio Bocca, un auténtico Rey Midas del ballet , al hacerse cargo de la dirección del Ballet Nacional Sodre era, según sus propias palabras, recuperar la confianza perdida del público hacia el ballet. «Costó -dice el bailarín- que el público volviera al ballet, que confiara de nuevo en las cosas que hacía el Sodre. Pero ha habido una respuesta muy linda de la gente y ahora siento que el Ballet es parte de la sociedad, que la gente también está orgullosa de su compañía, de su teatro y de su auditorio».

80 años de vida

Y así se lo ha corroborado el entusiasta público que ha acudido a la gala con la que el conjunto ha celebrado sus ochenta años de vida. Nació el Ballet Nacional Sodre el 23 de noviembre de 1935, con una obra titulada «Nocturno nativo». El magnífico Auditorio Nacional del Sodre Dra. Adela Reta, con capacidad para cerca de 2000 espectadores (y que se inauguró en 2009 en el lugar donde estuvo el histórico teatro Urquiza, destruido por un incendio), ha sido el escenario de la conmemoración, toda una fiesta para el jovencísimo elenco del Sodre. Setenta bailarines componen el conjunto, en cuyas filas hay dos españoles: el malagueño Ciro Tamayo y el madrileño Damián Torio.

Y el conjunto fue el protagonista de la gala -técnicamente impecable, y con una notable calidad artística-, que estuvo dominada por la emoción y el entusiasmo. Estaba previsto que intervinieran en ella artistas del Ballet de la Ópera de París , pero los recientes atentados impidieron que viajaran. Sí participaron Nadia Muzyca y Federico Fernández, del Ballet Estable del Teatro Colón, de Buenos Aires; Gustavo Echevarría, del Ballet de Santiago de Chile; y Luiza Yuk y Yoshi Suzuki, de la Sao Paulo Companhia de Dança, de Brasil. En el programa, una sabrosa combinación de estilos: desde la «Entrada de las Sombras», de «La bayadera» y fragmentos de clásicos como «Giselle», «Don Quijote» y «El lago de los cisnes» hasta pasos a dos habituales como los de «El corsario» o «La Esmeralda», sin olvidar contemporáneos como «The leaves are fading», de Tudor; «Sinfonietta» de Jiri Kylian; «In the middle, somewhat elevated», de William Forsythe; «Nuestros valses», de Vicente Nebrada; o «Without Words», de Nacho Duato.

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