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Nigeria

Boko Haram: de estudiantes del Islam, al más sanguinario grupo terrorista mundial

Solo en lo que va de año, los enfrentamientos entre el Ejército nigeriano y el grupo armado se han cobrado más de 1.500 muertos

Boko Haram: de estudiantes del Islam, al más sanguinario grupo terrorista mundial AFP

EDUARDO S. MOLANO

El atentado del pasado lunes en una estación de autobuses de la capital de Nigeria, Abuya, ha sacudido de nuevo el avispero político y religioso que, en la última década, se desarrolla en el país africano. A pesar de no haberse producido ninguna reivindicación oficial, el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, dejaba entrever la alargada mano de la milicia islamista de Boko Haram en la acción criminal. «Dios quiere que lo superemos. El asunto de Boko Haram es temporal. Sin duda, vamos a superarlo», aseguraba el mandatario.

Números y más números. Solo en lo que va de año, los enfrentamientos entre el Ejército nigeriano y el grupo armado se han cobrado más de 1.500 muertos, la mayoría, civiles. De igual modo, desde 2009, se estima que al menos 5.000 personas han perdido la vida a manos de la milicia islamista.

Nadie lo hubiera dicho hace una década.

Generar un Gobierno islamista

En 2002, ante la crisis económica que asolaba el norte del país (de mayoría musulmana), cerca de 200 estudiantes decidieron establecerse, junto al líder religioso Mohamed Yusuf, en un campamento cercano a la frontera con Níger. El ideario de esta comuna era la generación de un Gobierno islamista en la región.

Sin embargo, fue curiosamente la muerte de su líder lo que radicalizó al grupo. El 30 de julio de 2009, Yusuf fallecía en un enfrentamiento con las fuerzas armadas tras, presuntamente, intentar escapar después de haber sido detenido momentos antes. Durante esos días, al menos 186 personas perdieron la vida en la ola de violencia causada por su captura.

Desde entonces, la diplomacia del «Tomahawk» se ha convertido en la respuesta de estos talibanes africano con cerca de 5.000 muertos a sus espaldas.

No sin pocos altibajos en su liderazgo, eso sí. Ya a mediados del pasado año, el anuncio de la presunta muerte de Abubakar Shekau, sucesor de Yusuf en el liderazgo de la milicia islamista, teñía de dudas el futuro del grupo radical (a pesar de que Shekau es la cara más reconocida, figuras del islamismo regional como Khalid al-Barnawi y Mamman Nur contribuyen también a su ideario moral y militar).

Entonces, el Ejército nigeriano aseguró que Shekau fue herido durante un ataque de las Fuerzas Armadas a una base insurgente en Sambisa, al noreste del país. Después, el líder islamista habría viajado a Amitchide, una comunidad fronteriza de Camerún, para ser tratado de sus lesiones. Presuntamente, la cura sería en vano, y habría fallecido entre el 25 de julio y el 3 de agosto.

Desde entonces, la milicia islamista ha emitido numerosos vídeos donde Shekau se muestra tan campante. Verdad o ficción, los crímenes del grupo armado se han agilizado. Y su poder económico, también.

Operaciones no tan costosas

Las especulaciones sobre cómo consigue Boko Haram financiación son constantes. En 2012, David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, denunciaba que organizaciones de caridad basadas en Reino Unido captaban fondos para el grupo radical.

Para poner fin a estas conexiones internacionales, a finales del año pasado, el Departamento de Estado norteamericano incluía al grupo yihadista en su lista de organizaciones terroristas. La decisión estaba encaminada a congelar los activos del grupo armado, imponer prohibiciones de viaje a sus miembros, así como impedir que cualquier ciudadano estadounidenses ofrezca material de apoyo a los milicianos.

Pese a ello, la realidad demuestra que las operaciones sobre el terreno de la milicia islamista no son para nada costosas. Primero, ante la facilidad para reclutar tropa base en el deprimido norte. Ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. Apenas un año después, en enero de 2012, otros 40 correligionarios del grupo huían del penal de Damaturu, a cerca de 280 kilómetros del anterior centro.

Para Jacob Zenn, analista del «think tank» The Jamestown Foundation, las estrategias reclutadoras de Boko Haram se desarrollan a cuatro niveles: Incentivos financieros, parentesco (muchos de los nuevos afiliados están relacionados con miembros del grupo primigenio), reconducción del histórico conflicto religioso y radicalización de los líderes (caso de Ibrahim Datti Ahmed, quien provocó una sangrienta campaña contra los efectivos sanitarios del país).

Segundo, ante el flujo de armas heredadas del conflicto libio que ha inundado la región. De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas a comienzos de 2012, la rebelión en Libia frente a Muamar Gadafi habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso del propio Boko Haram.

Y tercero, ante las conexiones con la clase política del norte de Nigeria. Como reconocía a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano, su desarrollo habría sido imposible».

Para Zakaria, el séquito político alrededor de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno, resulta clave para entender este sostén: «Ya en enero de 2012, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla [al menos 44 personas perdieron la vida en un ataque contra una iglesia cristiana el día de Navidad anterior] fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. El apoyo de Borno es evidente», denuncia el líder religioso.

Y no era la primera acusación que recaía sobre las autoridades políticas de esta región. El pasado año, el general Jeremiah Useni, presidente del Arewa Consultative Forum (una organización formada por líderes del norte del país), acusaba a Ali Modu Sheriff, exgobernador local, de ser la mano negra detrás del explosivo crecimiento de la milicia.

«En 2002, Boko Haram tan solo era una sociedad estudiantil. Sin embargo, durante su campaña electoral, Ali Modu Sheriff subvencionó y proporcionó armas al grupo para que se convirtieran en camorristas de su candidatura. Simplemente, se le fue de las manos», reconoce el general.

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