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Sobornos, discriminación, despedidas... La travesía imposible de una refugiada siria hacia Europa

La BBC sigue los pasos de Nour Ammar, una joven de 20 años que ha atravesado nueve países para reencontrarse con su hermano en Suecia y lograr asilo

Nour entra en una comisaría de policía sueca para solicitar asilo Captura BBC

ABC.ES

Los sirios que buscan asilo en Europa no solo se enfrentan a un viaje lleno de riesgos y peligros, también dejan atrás el país en el que se criaron y a familiares que, debido la convulsa situación que sufre el país, no volverán a ver nunca más .

El corresponsal de la BBC James Reynolds sigue los pasos de una refugiada siria y su odisea para llegar a Suecia, una suerte de tierra prometida con la que esa joven de 20 años sueña , y donde espera sentirse finalmente a salvo.

El viaje de Nour Ammar comenzó hace tres años. « Quiero dejar de ser siria para siempre », cuenta a la BBC. «Todo es difícil para la gente de Siria. Es por eso que decidí que me tenía que ir de allí. Se suponía que debía huir. Nunca he tenido otra opción». Su padre la tuvo y se quedó en su país de origen, donde fue asesinado poco después de que la joven y su madre partieran hacia Europa.

Turquía fue la primera parada de ambas. Después de mucho tiempo sintió lo que era ser normal: encontró trabajo en un salón de trasplante de cabello y más tarde con la televisión estatal turca; aprendió turco y equitación, y se tiñó el pelo de rubio. Pero la comodidad de sus dos años en Estambul no era suficiente para Nour; deseaba llegar a Gottemburgo, en Suecia, donde vive uno de sus hermanos con su familia.

Pero una distancia de más de 4.000 kilómetros los separaba . Ni el largo camino ni los 3.000 euros por los que una página de contrabandistas de Facebook ofrecía cubrir el trayecto eran suficiente barrera para impedir que Nour emprendiese el viaje.

Primero fue su padre y después su madre. Ambas se despidieron la madrugada del 15 de agosto en el aeropuerto de Estambul. Pero cuando la joven estaba a punto de embarcar, su madre entró en pánico. «Me cogió de la mano y me suplicó: "Vuelve. No te vayas". Lloré durante todo el trayecto, incapaz de borrar la expresión de su cara », admite a la BBC.

El Doctor y el Diablo

Las dificultades acababan de empezar . En la ciudad costera turca de Izmir, Nour se reunió con cinco amigos sirios: uno se llamaba «El Doctor»; otro, «El Diablo» . Pagaron más de mil euros a unos contrabandistas para salvar 16 kilómetros: un viaje en barco que les llevaría a la isla griega de Agathonisi. «Éramos 48 personas en el buque», cuenta Nour. «Pasamos tres horas en el mar. Fue muy difícil. Los contrabandistas le enseñaron a uno de nosotros cómo dirigir el barco. Pero no sabía cómo usarlo y se rompió en el medio del mar».

Sin saber muy bien cómo, pudieron llegar a Grecia. Agotados, tomaron barcos griegos en la isla de Samos, y luego a Atenas. Se dirigieron por tierra a la frontera con Macedonia. Durante su viaje, un sinfín de hoteles rechazaron resguardarlos .

«Dormimos en las calles durante dos o tres días», confiesa Nour. «Es muy duro percatarse cómo nadie respeta al pueblo sirio, como si estuviésemos enfermos o algo así ».

Cansados y enfermos llegaron a la ciudad transfronteriza serbia de Presevo, llena de recién llegados que, como ellos, buscan asilo. Deseseperada por rehuir los controles de huellas digitales que podían impedirle llegar a su destino, Nour decidió no unirse a la multitud de refugiados que esperan para inscribirse en los documentos de viaje de Macedonia. Porque en teoría debía pedir asilo en el primer país que se registran.

Un sueño hecho realidad

La odisea continuó en una ruta eterna por Belgrado y Hungría: sobornos a policías, más despedidas y una constante preocupación por ver su viaje frustrado cuando podía sentir la meta tan cercana. Cogió un tren que la llevaría a Gotemburgo. En la frontera entre Dinamarca y Suecia, un joven estudiante sueco llamado Gustav, que estaba a su lado, le indicó mientras observaba su teléfono: «Ha cambiado a un portador de Suecia. Eso significa que estamos en Suecia».

Nour no se lo podía creer: «Era como un sueño». Enseguida avisó a su madre por WhatsApp , que la llamó para asegurarse. A las 18:20, dos semanas y 13 horas después de comenzar su periplo desde Estambul, el tren llegó a la estación central de Gotemburgo.

Aún quedaba una última barrera: lograr el asilo. Su hermano le envió un mensaje con el texto de lo que debía decir a la policía. Ella repitió esas palabras una y otra vez mientras caminaba hacia la comisaría de policía más cercana. Presionó el intercomunicador y entró.

«Hola, soy una refugiado siria . Me gustaría solicitar asilo en Suecia».

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