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El escocés Keith O’Brien pierde sus derechos de cardenal por sus relaciones homosexuales

Vuelve a pedir perdón, da las gracias al Papa Francisco y se retira de la vida pública

El escocés Keith O’Brien pierde sus derechos de cardenal por sus relaciones homosexuales afp

juan vicente boo

Por primera vez desde 1927, un cardenal ha perdido todos sus derechos debido a conductas incompatibles con el cargo. El Papa Francisco ha aceptado la renuncia del arzobispo emérito de Edimburgo, Keith O’Brien, de 77 años, “a todos los derechos y prerrogativas del cardenalato”, según un comunicado del Vaticano. Es decir, ya no participará en un posible cónclave ni en el gobierno de la Iglesia.

O’Brien hizo público este viernes un comunicado en el que reitera la petición de perdón “a la Iglesia católica y al pueblo de Escocia formulada hace dos años, el 3 de marzo del 2013, cuando dije que en algunas ocasiones mi conducta sexual estuvo por debajo de los estándares que se esperaban de mí. Lo lamento profundamente”.

Los deslices del prelado escocés no consistieron en abuso de menores -lo cual le hubiese costado probablemente la expulsión del episcopado y del sacerdocio como sucedió el pasado año al polaco Josef Wesolowski- , sino de algunos excesos en la bebida y haber mantenido relaciones sexuales con tres o cuatro sacerdotes, todos adultos, hace nada menos que treinta y cuatro años.

Había pasado mucho tiempo, pero uno de los sacerdotes sacó el caso a la luz poco después del 11 de febrero del 2013, cuando Benedicto XVI anunció que renunciaría al papado el 28 de febrero.

No participó en el último cónclave

El cardenal O’Brien, entonces arzobispo de Edimburgo, se estaba preparando para viajar a Roma y participar en el cónclave pero, en vista de los hechos, Benedicto XVI aceptó inmediatamente su renuncia al cargo de arzobispo y O’Brien anunció de modo voluntario que no participaría en el cónclave “pues no quiero que la atención de la prensa se centre en mí sino en Benedicto XVI y su sucesor”.

En su nota de ayer, el prelado escocés manifiesta su agradecimiento “al Papa Francisco por haber cuidado paternalmente de mí y de las personas a las que he ofendido”, y anuncia que “pasaré el resto de mi vida retirado de la vida pública, rezando especialmente por la diócesis de Edimburgo y por las personas a las que he ofendido”.

El arrepentimiento le ha valido conservar, tan sólo a efectos honoríficos, el título de cardenal, que había perdido en cambio en 1927 el purpurado francés Luis Billot por haberse empecinado en apoyar al movimiento de extrema derecha “Acción Francesa”, condenado explícitamente el año anterior por el Papa Pío XI.

Al margen del caso personal de Keith O’Brien, en el Vaticano toda destitución es un “aviso a navegantes”. El liderazgo en la Iglesia católica se apoya en el ejemplo personal. Y quien no lo dé tiene que quitarse del medio.

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